La capacidad de aprendizaje de los niños es asombrosa. Su mente es como una esponja,
ávida de conocimientos que se adquieren prácticamente sin esfuerzo.
Así, los padres nos maravillamos al ver que nuestros hijos pequeños han aprendido inglés
en un abrir y cerrar de ojos, nos corrigen el acento y lo emplean con total naturalidad
cuando les pedimos que respondan en el idioma sajón.
Pero, lo más asombroso es contemplar a nuestros niños "digitales" usar el ordenador,
nuestro móvil o los videojuegos con la destreza de un experto.
¿Cómo funciona la mente de los niños en el aprendizaje?
El funcionamiento tan óptimo de la mente de los niños, sobre todo, en la etapa de los 0 a 3 años, se debe al juego de las interconexiones neuronales. Hace tiempo que se determinó que la inteligencia de una persona no se medía tanto por la cantidad de neuronas que poseía el cerebro sino por la cantidad de interconexiones neuronales que tenía. Sin embargo, cuando esta etapa concluye los métodos de aprendizaje entran en juego.
Y esto es precisamente, lo que ha descubierto una nueva investigación sobre la capacidad de aprendizaje de los niños. El estudio revela que los bebés y los niños pequeños aprenden poniendo a prueba hipótesis, analizando estadísticas, haciendo inferencias causales, observando lo que ocurre y llevando a cabo experimentos. En otras palabras, en la revista Science, los investigadores de la Universidad de California, en Berkeley (EE UU), explican que los niños en sus juegos e interacciones con otros niños suelen utilizar razonamientos científicos. Esta teoría se ha comprobado con una serie de experimentos con máquinas que reproducían música, que los niños no habían visto nunca. Para hacerlas funcionar, los investigadores observaron que primero planteaban hipótesis sobre cómo accionar los aparatos y a continuación averiguaban cuál de ellas era la más adecuada.
Este estudio debería encender las alarmas del tradicional sistema de enseñanza, totalmente dirigido, donde a penas se experimenta y los cauces de aprendizaje están totalmente dirigidos. Un niño aprende poniendo a prueba sus habilidades, los hábitos y actitudes de los que lo rodean y su propio mundo. Un niño aprende más por el método de prueba y error, por medio del placer antes que del dolor, a través de la experiencia antes que de la sugerencia, y por la sugerencia antes que por la orientación.
No obstante, los padres somos los primeros que podemos empezar a cambiar. ¿Cómo? En primer lugar, recuerda que tu hijo no te escucha, te mira y aprende también por medio del afecto, del amor, de la paciencia, de la comprensión, de la posibilidad de hacer y de ser. Por este motivo, puede resultar más constructivo y al mismo tiempo más educativo para los niños contestarles, en lugar de informarles, acompañarles en lugar de llevarles, mostrarles el peligro sin atemorizarles y prepararles un clima de estudio en lugar de mandarles estudiar, entre otras cosas.
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