En un sentido general, la motivación es colocar delante del alumno aquellos estímulos que apelen a sus necesidades o intereses, y que le den una razón para desear hacer algo. Es decir, presentar al alumno motivos adecuados para actuar, o para ponerlo en movimiento. Es darles la dirección adecuada para que ellos puedan captar su importancia y el valor de lo que van a lograr.
Cuando usamos la expresión: “el maestro debe motivar a sus alumnos”, estamos hablando en sentido figurado, pues lo único que el maestro puede hacer es presentar al alumno un estímulo para que él lo relacione con sus propios motivos, intereses o necesidades. Los motivos son las fuerzas internas que existen dentro del individuo y que hasta cierto punto se confunden con las necesidades e intereses que la persona siente.
Podemos decir que la función del maestro es la de atraer la atención del alumno de manera conveniente. Despertar su interés hacia las cosas o hechos que debe conocer, las habilidades que debe adquirir y la conducta que debe seguir.
Didácticamente, la motivación puede ser clasificada como inicial, de desenvolvimiento o de incentivación. En nuestras clases de enseñanza bíblica, solamente se ha considerado la motivación inicial.
El maestro debe estimular el interés del alumno al iniciar la clase. Sin embargo, la motivación debe estar presente durante todo el proceso. Debe ser preocupación constante el mantener motivados a los alumnos antes, durante y después de la clase.
Cuatro Principios Prácticos para Lograrlo.
Estos principios se han formado más por medio de la experiencia en la labor educativa, que por la teoría. Se basan en el fenómeno del aprendizaje humano. Se deben tener en mente tanto en la fase de motivación inicial como a lo largo de todo el proceso de enseñanza.
1. El aprendizaje se inicia y progresa mejor cuando el alumno asocia la información y las nuevas actividades con lo que ya conoce.
El aprendizaje progresa de lo conocido a lo desconocido. Este principio es muy antiguo y ha sido comprobado miles de veces. Cuando usted está pensando en cómo motivar, comience con algo que sus alumnos ya conocen y que pueden relacionar fácilmente.
2. El aprendizaje se inicia, progresa y queda más permanentemente, cuando el alumno usa la nueva información tan pronto como la recibe.
Este principio se puede observar en la técnica práctica para recordar el nombre de una persona que recién se ha conocido: decir su nombre inmediatamente después de conocerla. El maestro debe proveer oportunidades inmediatas, en el mismo salón de clases, para que el alumno use la nueva información.
3. El aprendizaje se inicia y progresa mejor dependiendo de la importancia que el alumno le da a la nueva información.
No basta decir al alumno: “La lección que estudiaremos hoy es muy importante”. El alumno mismo tiene que experimentar un caso en el cual encuentre que la información le sirve para alcanzar sus metas y propósitos.
4. El aprendizaje se inicia, progresa mejor, y se retiene con más exactitud cuando el alumno sabe inmediatamente si el uso de la nueva información es apropiada o no.
Cuando asignamos una tarea para que el alumno la haga, inmediatamente que la hace, debemos darle alguna señal que le confirme que su actuación ha sido o no adecuada. Esta tiene la ventaja de que si el alumno hizo bien, le sirve de refuerzo, si no lo hizo bien, no fijará o aprenderá errores, sino que se corregirá inmediatamente.
De estos cuatro principios podemos derivar lo que un maestro puede hacer para activar en sus alumnos la motivación necesaria para el aprendizaje:
A. Reconocer que sus alumnos son diferentes a usted en edad, madurez, inquietudes, experiencias, problemas, y que también son distintos entre sí.
B. Interesarse en ellos. Sólo así ellos se interesarán en usted y en lo que les dice.
C. Conocer las razones por las cuales asisten a su clase.
D. Verificar si los intereses de los alumnos por aprender corresponden con los suyos al enseñar.
E. Analizar si lo que se pretende enseñar vale la pena de ser aprendido. Recuerde: Si para el maestro vale la pena enseñarlo entonces, es posible convencer al alumno de que vale la pena aprenderlo.
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