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domingo, 31 de enero de 2016

10 BENEFICIOS DE JUGAR EN FAMILIA


 los niños deben hacer puzzles.

descubrimos que no solo es beneficioso a nivel individual que los más pequeños jueguen con rompecabezas, sino que también supone un ejercicio fantástico para fomentar la socialización y estrechar los lazos familiares con padres y hermanos.

Hemos resumido estas conclusiones en los 10 beneficios psicológicos que aporta el juego en familia:
1)  Los padres son un aspecto imprescindible cuando un hijo juega, ya que son su referente, los que le enseñan cómo y con qué jugar, al regalarle los juguetes y explicarle su funcionamiento.
2)  A través del juego los padres ayudan a los niños a desarrollar la imaginación y la socialización.
3)  El juego hace que mejore la relación paterno-filial. También, con hermanos, hace que se conozcan mutuamente y mejore la relación entre ellos.
4)  Jugando, los hijos sentirán que sus padres no son solo una figura de autoridad que está presente en su educación, sino también en la diversión y el disfrute. Esto supone también una importante forma de expresar el cariño.
5)  Cuando un niño termina un puzzle o coloca bien una pieza, y los adultos le felicitan por ello, contribuyen a mejorar su autoestima y motivación. La sensación positiva que se produce en el hijo hace que quiera repetirlo con mayor frecuencia y que se enfrente con más fuerza a nuevos retos y actividades.
6)  Jugar con los hijos es una forma de conocer sus necesidades e intereses, porque los niños suelen expresar sus sentimientos y preocupaciones a través del juego.
7)  El juego también muestra cuáles son las habilidades, limitaciones y virtudes de los niños, lo que para los padres supone una valiosa información sobre las aptitudes, los gustos y el carácter de sus hijos.
8)  Jugar es una estupenda manera de aprender los unos de los otros, porque los hijos pueden enseñar cosas a los padres a través del juego, igual que los padres enseñan a sus hijos.
9)  Es una fuente de experimentación y conocimiento de uno mismo y de los que le rodean, tanto con los padres como con los hermanos, ya que aprenden al jugar todos juntos y observarse entre ellos. Además, toman conciencia de la pertenencia a un grupo.
10)  También aprenden a relacionarse, a respetarse y a cumplir las normas socialespara integrarse mejor en la grupalidad.

En conclusión, lo importante en el juego no es el resultado final, quién gane o quién pierda, sino todo el proceso y el tiempo que se ha compartido. Por último, es importantetener en cuenta que no solo es necesario jugar en familia, los niños también deben aprender a jugar solos y con sus iguales.

La capacidad de aprendizaje de los niños.

Capacidad de aprendizaje

La capacidad de aprendizaje de los niños es asombrosa. Su mente es como una esponja, 

ávida de conocimientos que se adquieren prácticamente sin esfuerzo. 

Así, los padres nos maravillamos al ver que nuestros hijos pequeños han aprendido inglés

 en un abrir y cerrar de ojos, nos corrigen el acento y lo emplean con total naturalidad

 cuando les pedimos que respondan en el idioma sajón. 

Pero, lo más asombroso es contemplar a nuestros niños "digitales" usar el ordenador, 

nuestro móvil o los videojuegos con la destreza de un experto.

¿Cómo funciona la mente de los niños en el aprendizaje?

El funcionamiento tan óptimo de la mente de los niños, sobre todo, en la etapa de los 0 a 3 años, se debe al juego de las interconexiones neuronales. Hace tiempo que se determinó que la inteligencia de una persona no se medía tanto por la cantidad de neuronas que poseía el cerebro sino por la cantidad de interconexiones neuronales que tenía. Sin embargo, cuando esta etapa concluye los métodos de aprendizaje entran en juego.
Y esto es precisamente, lo que ha descubierto una nueva investigación sobre la capacidad de aprendizaje de los niños. El estudio revela que los bebés y los niños pequeños aprenden poniendo a prueba hipótesis, analizando estadísticas, haciendo inferencias causales, observando lo que ocurre y llevando a cabo experimentos. En otras palabras, en la revista Science, los investigadores de la Universidad de California, en Berkeley (EE UU), explican que los niños en sus juegos e interacciones con otros niños suelen utilizar razonamientos científicos. Esta teoría se ha comprobado con una serie de experimentos con máquinas que reproducían música, que los niños no habían visto nunca. Para hacerlas funcionar, los investigadores observaron que primero planteaban hipótesis sobre cómo accionar los aparatos y a continuación averiguaban cuál de ellas era la más adecuada.
Si vamos un poco más allá, podemos hacer otra lectura de esta forma de aprender a través de la experimentación. Es preciso que para que los niños saquen sus propias conclusiones, tengan libertad para hacer sus ensayos, es decir, en lugar de decirles cómo se hace, aprenden más si lo descubren por sí mismos. La experimentación intuitiva permite a toda la humanidad, desde edades muy tempranas descubrir las causas y los efectos que hay detrás de lo que sucede a nuestro alrededor mejor que cualquier otro método.

Este estudio debería encender las alarmas del tradicional sistema de enseñanza, totalmente dirigido, donde a penas se experimenta y los cauces de aprendizaje están totalmente dirigidos. Un niño aprende poniendo a prueba sus habilidades, los hábitos y actitudes de los que lo rodean y su propio mundo. Un niño aprende más por el método de prueba y error, por medio del placer antes que del dolor, a través de la experiencia antes que de la sugerencia, y por la sugerencia antes que por la orientación.
No obstante, los padres somos los primeros que podemos empezar a cambiar. ¿Cómo? En primer lugar, recuerda que tu hijo no te escucha, te mira y aprende también por medio del afecto, del amor, de la paciencia, de la comprensión, de la posibilidad de hacer y de ser. Por este motivo, puede resultar más constructivo y al mismo tiempo más educativo para los niños contestarles, en lugar de informarles, acompañarles en lugar de llevarles, mostrarles el peligro sin atemorizarles y prepararles un clima de estudio en lugar de mandarles estudiar, entre otras cosas. 

jueves, 14 de enero de 2016

JUGANDO EN FAMILIA...CREANDO VÍNCULOS: ¿Sabemos jugar con nuestros hijos?

Jugar con niños entre dos y seis años es un reto al que muchos adultos no saben enfrentarse. Ya no son los bebés a los que cualquier carantoña les hacía felices, ni tampoco chavales que ansíen entrar en nuestro mundo de adultos. ¿Cómo introducirnos en su mundo de fantasía, donde impera una lógica aplastante, pero tan radicalmente distinta a la nuestra?
La respuesta es tan sencilla como ésta: volviendo a ser niños. Sólo -si hacemos un esfuerzo de abstracción, y nos ponemos en el lugar de nuestro hijo podremos entender que ese mundo imaginario, tan sorprendente y creativo, es el más real para el niño... y que también nosotros estamos llamados a introducirnos en él.
¡Qué rico es!
Durante los primeros meses de vida resulta muy fácil divertir y hacer disfrutar al bebé con cualquier carantoña o voltereta que surja por nuestra propia iniciativa. Basta guiñarles para que se sientan objeto de atención, y se sientan felices. Durante este periodo, lo habitual es que ningún adulto tenga problemas para entretener durante horas al niño, porque aún puede dirigir su juego. El niño aún no tiene autonomía para hacer nada, y se deja llevar y traer, fijando su atención alternativamente en lo que le rodea. Todo le interesa y, por lo tanto, cualquier demostración de interés o cariño por nuestra parte es bien recibida.
La edad de la razón
Más tarde, a partir de seis u ocho años, cuando ya tiene uso de razón y podemos tratarle como a un pequeño adulto, también nos resulta relativamente fácil jugar con él, compitiendo en una partida de damas, solicitando su colaboración para hacer una tarta o llevándonoslo al fútbol. La razón de este acercamiento, sin embargo, no radica en el esfuerzo de los padres, sino en la madurez de los hijos, que comienzan a entrar en el complejo mundo de los adultos y toman ya partido en sus intereses: los niños hablan de marcas de coches, las niñas de modas, etc. Son ellos quienes están entrando en la realidad de los adultos y, aunque necesiten de nuestra ayuda para ello, el esfuerzo es más suyo que nuestro.
Un mundo de fantasía
Sin embargo, entre dos y seis años... no resulta tan sencillo jugar con ellos. Durante esta etapa de su desarrollo, el niño necesita jugar, como medio de expresión, aprendizaje y desarrollo. El juego es algo muy serio para él, es la vía para canalizar sus dudas, sus preocupaciones, su curiosidad... y, por lo tanto, puede tomar los derroteros más insospechados. Tan pronto le encontraremos sumido en las cavilaciones de un ladrón "bueno", como haciendo que la muñeca entre en la casita volando por la ventana... ¿Qué le hará pensar que las cosas son "así"?
En realidad, su mundo es distinto del de los adultos, porque las posibilidades que le brinda la imaginación son mucho más creativas e inesperadas que las que ofrece la realidad de cada día. Pero aún queda un rasgo esencialmente característico del juego de nuestros hijos: su interés por todo lo que les rodea, que se refleja en el juego y que les impulsa a construir una realidad más "lógica", también les impulsa a invitarnos a compartirla con él.
¿Cómo jugar con ellos?
A cualquier adulto que se plantee jugar con un niño de esta edad pueden serle de utilidad estas cinco ideas básicas: - SENTIRSE PARTICIPANTE. Si se considera como un mero espectador, no podrá entender el juego y, mucho menos, correr con un despertador en la mano y gritando "tengo prisa, tengo prisa", para que su hijo-le persiga junto a Alicia por el País de las Maravillas.
Ponerse a su altura
Lo que supondrá más de una vez tirarnos en el suelo, "comer" sopa de agua con una cuchara de l0 centímetros... y creernos de veras que somos el lobo o la hija de la muñeca.
Respetar su tiempo de juego con nosostros
Este debe tener un hueco inamovible en nuestro horario. Aunque se restrinja a la media hora antes de dormir, hay que convertir ese rato en una aventura intensa donde no haya sitio para las prisas ni para ninguna otra preocupación que los lazos de los Barriguitas, o saber cómo llegará el camión de Policía al repecho de la ventana.
Ayudarles a ejercer su libertad y creatividad
Permitiendo que sean ellos los protagonistas del juego y sin obstruir su habilidad de pensar. Deben ser ellos quienes dirijan el juego y determinen si el camión de bomberos va a salvar un gato o a sofocar un incendio, qué se pone la muñeca para ir de paseo... Otra cosa distinta es que podamos darle ideas, opciones, resolver dudas, proponer pautas..., pero sin coartar su expresividad y creatividad.
Entrar en su mundo
Y dejarse arrastrar por su lógica infantil, sin perjuicio de poder aportar ideas y pautas que el niño pueda utilizar. Pero lo importante es que sea el adulto el que se adapte al juego del niño, y no pretenda que éste salga de él, para acomodarse a la realidad de los mayores. Aquí habrá que hacer un esfuerzo de abstracción. Sólo con ella podrá el adulto entender la lógica aplastante que -siempre- contiene el juego de su hijo.
Papá y mamá
Por otra parte, también debemos tener en cuenta que los padres juegan de forma distinta a como lo hacen las madres. Así, mientras ellas tienen mayor facilidad para comer en cazuelitas de 2 cm de diámetro, para ellos es más sencillo tirarse al suelo a cuatro patas y fingir que es un lobo, o ponerse unas plumas en la cabeza para hacer "el indio". Sin llegar a esfuerzos que resulten artificiales, ante los cuales el niño recibiría una impresión negativa, sería bueno que el padre intentara también introducirse en su mundo de juegos. Durante estos años intermedios, la presencia de ambos es muy importante para el desarrollo de su hijo.

No importa que de ocho de la mañana a cinco de la tarde el papá haya estado ensimismado en las finanzas de su empresa o que la mamá hay tenido que defender la más importante negociación con un proveedor de la suya. Lo que su hijo necesita por la tarde, de siete a ocho, es que se conviertan alternativamente en lobo, en capitán de artillería y en cliente del puesto del mercado. Nada más y nada menos.
Carmen Bassy.