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martes, 11 de abril de 2017

¿Evangelizar con la oración?




Les quiero compartir este testimonio. Una vez, hace poco tiempo, un niño me dijo:
“La oración es como una vacuna que nos ponemos,
porque aunque no estemos enfermos
son para prevenir”
(Andrés Y. de 8 años)
Aunque quise darle una explicación a esta frase que salió del corazón de un niño, me di cuenta que las palabras sobrarían si yo hubiera querido intervenir en la forma de entender lo que significaba la oración para este niño llamado Andrés. Cuando conocí a Andrés era un niño de mirada triste, angustiado por los problemas familiares, lleno de estrés, de enojo y de mucha frustración. Este niño no conocía al Señor Jesucristo, por lo contrario, con su corta edad se le había enseñado que Dios no existía. Cuando llegó a estar al cuidado mío, me di cuenta que tenía que empezar desde cero con él. Lo más frustrante para mí era que el niño no aceptaba la creencia en Jesús y mucho menos su papá, que era el que principalmente le enseñaba sobre el ateísmo.
¿Cómo enseñar de Jesús sin hablar de él? Este fue mi primer reto. Si las veces que quise hablarle, él se tapó los oídos y salió corriendo diciendo: “….esos son mentiras, la biblia es un libro de fantasía….”
Empecé a orar…y a orar…todavía no encontraba la respuesta. Pasaron semanas y no encontraba la salida. Seguí orando y orando. Mi manera de orar es arrodillándome y poniendo mi cabeza en el suelo sobre una cobijita, y mientras cada mañana hacia mi oración, no me daba cuenta que Andrés me observaba una y otra vez cada día. Pero en el día más especial de nuestras vidas, Andrés se me acerco y me preguntó: ¿Por qué le dice a Dios tantas veces “te amo”, si Dios no existe? Y guiada por el Espíritu de Dios le dije: le digo a Dios que lo amo porque él me amó a mi primero y mandó a su hijo a morir por amor a mí, además Dios es el que creó el amor, porque él es amor y cuando oro puedo sentir su presencia, porque él es tan real que también puedo sentir como me abraza en mi corazón. Todavía estaba acuclillada en el suelo mientras hablábamos cuando me dijo: yo quiero sentir el amor de Dios también… sin esperar un segundo más, lo primero que hicimos fue orar y pedirle al Señor que entrara en su corazón. A partir de ese día la oración se volvió parte de su vida. La oración le trajo alivio a sus ataques de ansiedad, a sus rabietas, a sus enojos, a su soledad y a su dolor. Cada vez que quería me pedía de inmediato que oráramos al Señor Jesucristo. La oración se convirtió en su vacuna diaria y el Señor Jesucristo en su esperanza.
Lucas 18:16b Dios Habla Hoy
“…..porque el reino de Dios es de quienes son como ellos….”

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